Desde el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres, CLADEM, manifestamos nuestra preocupación respecto de la respuesta social y política a la actual crisis producto de la pandemia por el COVID-19, ya que ésta, como muchas crisis tiene un rostro femenino, prueba de ello es que gran parte de los cuidados —ya sean profesionales, domésticos o informales— recaen en las mujeres,[1] por ello llamamos al activismo de las defensoras de derechos humanos para vigilar y exigir de los Estados, políticas públicas que aseguren la inclusión de la perspectiva de género y el apego al marco de derechos humanos. Urgimos a reflexionar sobre los impactos en la vida cotidiana de mujeres, hombres, niñas, niños y disidencias de género en el marco de esta contingencia, particularmente hacemos énfasis en los siguientes puntos:
La división sexual del trabajo en casi todo el mundo refleja que los cargos de mayor responsabilidad jerárquica son aquellos donde el porcentaje de varones aumenta, desempeñándose en tareas que implican menor contacto directo con las y los usuarios de los servicios de salud, mientras las mujeres están principalmente representadas en las disciplinas con mayor cercanía a las y los usuarios, donde el riesgo de contagio aumenta, a lo que debe agregarse que son las profesiones/cargos peor remuneradas.[2] Adicionalmente en varios países carecen de insumos básicos de bioseguridad y realizan su trabajo en condiciones de alta precarización laboral.
Las tasas de participación de las mujeres en los cuidados son siempre mayores que las de los hombres, y ésta aumenta a medida que disminuyen los ingresos económicos. En las infancias, adultas/os mayores y pacientes con múltiples patologías, los cuidados se concentran principalmente en las órbitas de las familias, por medio de cuidadoras informales que cumplen con tareas de alimentación, higiene, administración de medicamentos, vestimenta o acompañamiento a servicios de salud; 64%[3] de las personas que se dedican al cuidado de personas adultas mayores son también mujeres.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitido en 2007 sobre epidemias y enfermedades infecciosas señala que “los roles típicos de género condicionan el lugar en el que las mujeres pasan tiempo [la casa, por ejemplo, con personas dependientes]” y, por tanto, “la frecuencia e intensidad de la exposición a determinados agentes infecciosos”. A lo que se suma una situación desesperante en términos de salud mental y, sin soluciones que tengan en cuenta esta perspectiva, aumenta la llamada “carga mental” que sufren las mujeres cotidianamente por ser quienes se ocupan del trabajo reproductivo y gestionan mayoritariamente la organización de los cuidados.[4]
La crisis de cuidados tiene otra consecuencia no menor: la dificultad de incorporación o continuidad de las mujeres en el trabajo productivo en igualdad de condiciones y oportunidades respecto de los hombres. Actualmente, la brecha salarial entre hombres y mujeres es de alrededor de 30%[5]; a esto se agrega que los trabajos más precarizados, tercerizaciones, trabajadoras del hogar, comercio y servicios, se encuentran altamente feminizados, ensanchando la brecha de empleo entre hombres y mujeres. Teniendo en cuenta que, en contextos de desigualdad de las y los trabajadores con mayor desprotección, informales, con ingresos diarios y con trabajo por jornal, recibirán un mayor impacto económico y social negativo haciendo más pobres a las mujeres.
Es urgente que los Estados generen políticas para sostener los ingresos y las condiciones para la vida de la clase trabajadora, incluidas las mujeres diversas y diferentes: trabajadoras, amas de casa, defensoras, indígenas, cuidadoras, entre otras, con la misma contundencia con la que han usado los recursos públicos para salvar bancos y grandes corporaciones, compensando así a quienes dependen de su trabajo para vivir.
La situación y condiciones de vida de mujeres indígenas y afrodescendientes en su mayoría vinculadas a prácticas de producción agropecuaria, ligadas a la economía familiar de subsistencia, las hace responsables de todas las tareas de cuidado del entorno familiar y, porque no decirlo, de la comunidad. Prácticas reforzadas por usos y costumbres, las expone a situaciones de vulnerabilidad y discriminación, con imaginarios colectivos de ser ellas las “únicas responsables de la vida”, ejerciendo sobre ellas violencia psicológica. Así mismo, muchas de ellas son productoras que al transportar sus productos para el consumo en las ciudades arriesgan su salud y vida, ya que el Estado no tiene previsto para este grupo los insumos de bioseguridad para su protección.
Impacto sobre Defensoras de Derechos Humanos y Territorios
La crisis sanitaria, ha dejado expuestas situaciones de flexibilización normativa en favor del extractivismo, los mega proyectos, el agro – negocio y la deforestación masiva, que avanzan sobre los territorios indígenas, desplazando familias indígenas, amenazando con la extinción de los pueblos indígenas. Ante esta situación, las mujeres indígenas se han convertido en las defensoras de sus territorios, motivo por el cual son hostigadas, amenazadas, denigradas y perseguidas. Por su condición de mujeres indígenas, sus derechos humanos son vulnerados y pese a la pandemia, no han dejado de estar en riesgo su vida y la de sus familias.
El actual sistema de acumulación ilimitada, traducido en el neoliberalismo rampante, se topa con el agotamiento de los cuerpos femeninos en su capacidad para cuidar. Cuando la vida se pone en riesgo la economía financiera, por más especulativa que sea, es insostenible. [6]
Las medidas adoptadas por los Estados, generan un encarecimiento de la vida y empeoran las condiciones para afrontar las repercusiones que esta crisis sanitaria pueda traer. Las políticas en materia económica deberían contemplar estas condiciones, aplazar aumentos, suspender desalojos, disminuir los impuestos a la compra, y suspender pagos por derechos eliminando cargos moratorios, al menos mientras dure la pandemia.
El aislamiento y la disminución de las interacciones cotidianas hacen que quienes más necesitan del reconocimiento a su trabajo e ingresos, no los tengan, muchas de estas economías no tienen niveles de acumulación y dependen del flujo diario.[7]
Esta crisis no es por el coronavirus, es resultado de la mercantilización de los espacios de lo público, de lo común y de lo solidario. De Estados desentendidos de sus responsabilidades en la reproducción social.[8] Mientras que los monopolios que controlan el comercio crecen debido a sus ventas causadas por el pánico; las economías populares, sociales y solidarias no tienen espacios, ni circuitos para hacer llegar sus productos, incluidos los alimentos que más nos nutren y a los que en esta crisis, no tenemos acceso.
Uno de los principales desafíos que nos deja esta crisis es reconocer la vulnerabilidad como un principio fundamental de lo social y, en consecuencia, institucionalizar una economía cuyo eje sea la vida y no la acumulación.
Muchas de las medidas propuestas claramente son realizadas desde una perspectiva del privilegio, piden #QudarseEnCasa obviando que existe una población sin acceso empleos formales, a la vivienda o con vivienda precaria. Lo que obliga a pensar en la población de extrema vulnerabilidad: población carcelaria, en situación de calle, trans, menores, adolescentes, adultas/os mayores y personas con discapacidad institucionalizadas, entre otras.
Podemos afirmar que la desigualdad social y económica se asegurará de que el virus discrimine. Éste que por sí mismo no discrimina, aunque la humanidad sí lo hace producto de los “poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia, y el capitalismo“, podremos observar cómo se manifestará la distinción entre las vidas que “valdrá la pena salvar” y las que no. [9]
La migración irregular de las mujeres y niñas genera mayores riesgos frente a la violencia de género y la trata. La vulnerabilidad se incrementa por las restricciones de viaje internas y externas, las dificultades de acceso a servicios de salud y medicamentos, así como la falta de documentación.
Las situaciones de emergencia, las catástrofes de origen natural o no, tienen como consecuencia el aumento de la violencia hacia las mujeres. El confinamiento dentro de los hogares por varios días, la frustración y el estrés por razones económicas, el aumento de la ansiedad por la sobreexposición de información en medios de comunicación y redes, son factores que pueden aumentar las situaciones de violencia.[10]
A esto se agrega que algunos servicios de atención a la violencia basada en género probablemente cerrarán o limitarán su capacidad de respuesta, nos encontramos ante una mayor exposición con débiles protocolos de actuación ante esta emergencia, exacerbada en materia de salud sexual y salud reproductiva, por lo que se hace indispensable que los Estados implementen acciones emergentes ante el alto riego que implica el resguardo en las personas que viven VBG.
Como en toda crisis, las grandes mayorías y los sectores populares reciben la repercusión más negativa, mientras que el capitalismo global encuentra la excusa perfecta para justificar sus ajustes hacia la clase trabajadora traducidos en despidos masivos y bajas salariales. La industria farmacéutica claramente es la que más aprovecha estas oportunidades para generar rédito económico.
Si bien hay poco interés en las farmacéuticas en el desarrollo de nuevos antibióticos ante el aumento de la resistencia bacteriana, rápidamente se vuelcan a la creación de vacunas o distintos tratamientos que, a la velocidad a la que se desarrollan, no sabremos exactamente los efectos adversos ni su capacidad de respuesta real. Estos mismos laboratorios son los que no desarrollan medicamentos básicos en países africanos por no ser económicamente redituables, pero están muy entusiasmados con el negocio que representa el nuevo virus.
A esto se agrega que la mayoría de las investigaciones en el mundo tienen sesgos de género, ya que los estudios se llevan a cabo principalmente en varones (cisgénero), lo que lleva a que muchas veces tengan que ser retirados del mercado, por el impacto no previsto en las mujeres, pese al conocido metabolismo diferencial entre hombres y mujeres y la diferente distribución grasa, que impacta sobre la repartición de los medicamentos en el cuerpo, las mujeres no suelen estar incluidas en el desarrollo de la farmacocinética.[11]
Es necesario que como sociedad afrontemos esta problemática desde una perspectiva de solidaridad en la que todas y todos podamos colaborar. La complementación público-privada en la atención a la salud va a ser imprescindible, ya que esto es fundamental para poder responder a la mayor demanda sanitaria, reconociendo la salud como un derecho humano y no como un producto del mercado.
Promover el consumo responsable y justo, ser responsables frente a nuestros privilegios y la carencia de las otras, no propagar rumores y noticias alarmistas, hacer comunidad y corresponsabilidad ante la crisis, pueden ser medidas que, en el entorno más próximo, atenúen los efectos de la pandemia.
El reconocimiento de la protección social como un derecho humano y no como una condición que se deriva del mundo de los ingresos. Los esfuerzos para combatir el virus no darán resultados a menos que apliquemos un enfoque holístico y de derechos, lo que significa que debemos proteger cuidadosamente a los sectores más vulnerables y desfavorecidos de la sociedad, tanto en términos médicos como económicos”,[12]será necesario destinar recursos a la protección social, de modo que las personas puedan sobrevivir económicamente durante una crisis que podría prolongarse.[13]
Que en contextos de crisis se requiere evitar toda criminalización y militarización por parte de los cuerpos de seguridad. Es necesario que los Estados garanticen la justicia tributaria y vigilar que el sector privado se abstenga de realizar despidos arbitrarios y o precarizar las condiciones laborales de las y los trabajadores en general y de las mujeres en particular.
Visibilizar el impacto diferenciado de la crisis en la vida de las mujeres, siendo imperativo que mantengan y fortalezcan los servicios de respuesta, acogida y emergencia en casos de violencia basada en género.
Extremar la adopción de todas las medidas necesarias para hacer frente a los incidentes de xenofobia, estigmatización y su consecuente discriminación.
Asegurar el acceso a los servicios y la atención de salud sexual y salud reproductiva. A menudo se suelen desviar recursos de los servicios de salud ordinarios, lo que exacerba la falta de acceso a los servicios, incluidos la atención de salud prenatal y postnatal, anticonceptiva y el aborto.
Hacemos un llamado a los Estados y Organizaciones de la Sociedad Civil para que mujeres diversas y diferentes estemos implicadas en todas las fases de la respuesta y en la toma de decisiones nacionales y locales, especialmente a grupos de mujeres que están recibiendo mayormente el impacto de las crisis, tales como: las mujeres trabajadoras del sector sanitario, trabajadoras domésticas y del sector informal, así como mujeres campesinas, adultas mayores, indígenas, afrodescendientes, con discapacidad, migrantes y refugiadas.
[1] “COVID-19: los impactos del brote en el género” y publicado en la revista científica The Lancet, Clare Wenham, Julia Smith y Rosemary Morgan señalan que “entender cómo los brotes de enfermedades afectan de manera diferente a hombres y mujeres es fundamental para desarrollar políticas de intervención equitativas e igualitarias”, en Covid-19: Las mujeres asumen más los cuidados y la exposición al virus, Noemí López Trujillo, 14/03/20, en https://www.newtral.es/por-que-las-mujeres-se-enfrentan-a-un-mayor-riesgo-de-coger-coronavirus-debido-a-su-genero/20200314/
[2] En España, según los datos que aportaba Marga Torre, el 71% del personal de farmacia son mujeres; el 93% del personal de limpieza —oficinas, hoteles, casas— son mujeres; y el 84% de quienes atienden en los supermercados —cajeras— son mujeres. https://www.newtral.es/por-que-las-mujeres-se-enfrentan-a-un-mayor-riesgo-de-coger-coronavirus-debido-a-su-genero/20200314/
[3] Idem.
[4] Reflexiones feministas en tiempos de cuarentena, Paula Satta, L’ OMBELICO DEL MONDO PERIODISMO INTERNACIONAL, en https://ombelico.com.ar/2020/03/12/reflexiones-feministas-en-tiempos-de-cuarentena/
[5] Principales cifras sobre la brecha de género, ONU Mujeres, Consultado 26/03/20, https://lac.unwomen.org/es/que-hacemos/empoderamiento-economico/epic/principales-cifras
[6] Coronavirus y economía: cuando el cuidado está en crisis, Natalia Quiroga Díaz, La Vaca, https://www.lavaca.org/notas/coronavirus-y-economia-cuando-el-cuidado-esta-en-crisis/
[7] Idem.
[8] https://www.lavaca.org/notas/coronavirus-y-economia-cuando-el-cuidado-esta-en-crisis/
[9] Judith Butler sobre el COVID-19: “La desigualdad social y económica se asegurará de que el virus discrimine”, en El Desconcierto, https://www.eldesconcierto.cl/2020/03/21/judith-butler-sobre-el-covid-19-la-desigualdad-social-y-economica-se-asegurara-de-que-el-virus-discrimine/
[10] Coronavirus (Covid-19): una mirada desde la salud feminista, Ana Gabriela Fernández, Virginia Cardozo en La Diaria, 18 de marzo de 2020. https://ladiaria.com.uy/articulo/2020/3/coronavirus-covid-19-una-mirada-desde-la-salud-feminista/
[11] Coronavirus (Covid-19): una mirada desde la salud feminista, Ana Gabriela Fernández, Virginia Cardozo en La Diaria, 18 de marzo de 2020. https://ladiaria.com.uy/articulo/2020/3/coronavirus-covid-19-una-mirada-desde-la-salud-feminista/
[13] Coronavirus: La respuesta debe basarse íntegramente en los derechos humanos, afirma Bachelet, https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=25668&LangID=S
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