Chile – Por Kathya Araujo – ¿Cuál es el marco para la experiencia social, moral y cognitiva, desde una perspectiva de género, que podemos presuponerle a quienes realizan su formación como docentes en las instituciones de la Educación Superior? Esa es la pregunta de la que parte la investigadora para buscar conclusiones sobre el sexismo y la formación docente.

Para intentar acercarme a una respuesta voy a recurrir a datos extraídos de un Diagnóstico sobre Educación Superior y Género en Chile y de un Diagnóstico Institucional de género desarrollado en la Universidad de la que provengo, ambos realizados en el marco del Proyecto Transversalización de Género en la Educación Superior.

Las Universidades y centros de formación en educación superior, son responsables de la formación de hombres y mujeres, que estarían llamados a producir una transformación cultural actuando desde el ámbito educativo. Las instituciones de Educación Superior, son, entonces, ámbitos de transmisión de saberes y técnicas, pero son, al mismo tiempo, campos privilegiados en los que se desarrolla parte importante de la experiencia social de las personas.

Experiencia social relativa a la distribución de poder, a las estructuras jerárquicas y su composición, a las vías formales e informales de la discriminación, de la posición y modalidad del saber, entre otras. En suma, son terreno propicio para la producción y reproducción del lugar y condición social.

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