Bolivia – El 1 de febrero, la diversidad de rostros de niñas y niños —en las puertas de escuelas y colegios— expresaban emociones entremezcladas de inseguridad, temor, alegría (remarcada por risas y ojos achinaditos) y angustia contenida en lágrimas a punto de rodar. Una que otra niña sostenía con fuerza la mano de sus padres, con la esperanza de que no la dejen.

Por Beatriz Pérez

Hubo quienes definitivamente rompieron en llanto. Era su ¡primer día de clases en la escuela!

¿Qué significa este espacio institucionalizado y privilegiado responsable de la “educación” sistemática y formal de los niños y niñas? Como institución, la escuela, vista desde afuera y con una visión más bien técnica, es el campo donde se imparte conocimientos científicos y/o se los promueve de forma progresiva y sistemática; sin embargo, ha ido perdiendo el monopolio del desarrollo de procesos de enseñanza y aprendizaje.

La educación formal es la responsable de recuperar y potenciar saberes propios, fortalecer la dimensión intracultural y promover la interculturalidad; impulsar su acción desde sentidos y valores comunitarios con visión productiva. También ¡otorga la certificación de las competencias y habilidades!, logradas por las y los estudiantes, sin garantizar la calidad y efectividad en la formación de éstos y éstas; y tiene la tarea de repensar la uniformidad de su acción y apelar a lo diverso y singular, así como reconstruirse y responder a los nuevos tiempos.

Desde lo administrativo y organizativo, se puede entender como una estructura jerarquizada donde circula y se impone relaciones de poder y, con menor intensidad, prácticas matizadas con tendencias democráticas. Desde otra percepción, es un campo que va más allá del aprendizaje de la lectura, escritura y de ser agente de socialización. En la vida cotidiana, respecto a los sentires de los niños y las niñas que han pasado el umbral de las aulas, en su primer día de clases, “la escuela es para estudiar”, “aprender”.

Andrés asiste para ser profesor igual que su papá. Juana quiere ser grande. Según Abel, será doctor; y Jaime está en la escuela para ayudar a su mamá. Antonia está pensando ser locutora en aymara; sueños que se tejen en la vida, desde la educación.

La escuela, además de su labor formativa y de proyección, es un campo de esperanzas, de proyectos de vida. En ella se construye y perfila la sociedad imaginada, por eso es necesario que estos proyectos no se frustren; que su labor formativa sea integral, con alto sentido “humanizante”, ético, que se incluya en el diseño curricular los problemas que se viven en la realidad, desde los cuales se promueva un alto sentido de reflexión y se fortalezca la capacidad de decidir con autonomía, de ser propositivos y propositivas.

Que las niñas y los niños que han ingresado a la escuela no se queden en el camino, que no sean víctimas de la exclusión, la repitencia, que la educación incida en sus vidas y tengan mayores probabilidades y posibilidades de concluir estudios. Que el año 2022, culminen y lleguen al peldaño que abrirá nuevos caminos para su vida. En esto, el Estado tiene responsabilidad y no debe perder de vista que es necesario para avanzar en el “Vivir bien”.

*Educadora, promotora de la Campaña Boliviana por el Derecho a la Educación (CBDE).

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