Género no es sexo, el sexo es biológico, el género es una construcción cultural
Respuesta de la Ministra-Secretaria Ejecutiva de la Secretaría de la Mujer de la Presidencia de la República, Gloria Rubin, a la “Columna de Opinión” del P. J. Montero Tirado (sj): Sexo, género y Educación, publicada en ABC Color pág. 34 el 6 Diciembre de 2010.
Desde la Secretaría de la Mujer, institución pública responsable de definir, aplicar y coordinar políticas para el avance de las mujeres, nos vemos en la obligación de responder al P. J. Montero Tirado sj en relación a sus opiniones publicadas en el Diario ABC Color el 6 de Diciembre de 2010 (pag.34).
Esta respuesta se centra en tres aspectos del artículo publicado (habrían otros más que se podrían debatir en el futuro): i) Porqué una educación integral de la sexualidad?, ii) Porqué incluir la perspectiva de género?, y iii) Cuál es la ventaja de este nuevo enfoque?
i) Porqué una educación integral de la sexualidad
La sexualidad, como la agresividad, son manifestaciones de la conducta humana que pueden (y deben) ser educadas. Existen diferentes actores e instituciones que intervienen en la educación de ambas manifestaciones. La primera es la familia, ese espacio micro social donde nace la persona (en la mayoría de los casos) y recibe las primeras indicaciones sobre lo que está permitido y lo que no; lo aprobado y lo desalentado; lo que se rechaza y lo que se espera de cada persona.
La sociedad, como espacio social mayor, establece reglas relativamente uniformes para todas las personas y construye instituciones encargadas de velar por su aplicación. Estas instituciones “guardianas” de las reglas socialmente consensuadas son la escuela, las iglesias y los poderes públicos, como el parlamento, los ministerios y el Poder Judicial que promueve la protección de derechos y aplica sanciones en caso de incumplimiento.
La escuela se encarga fundamentalmente de la educación en el sentido de acceso a la cultura, la ciencia y la tecnología, definiendo el tipo de aprendizaje y el nivel de conocimientos que como sociedad “se acuerda” que todas las personas, especialmente niños, niñas y jóvenes deben disponer para participar de la vida social, económica, cultural y política, en la sociedad paraguaya y también en la sociedad en el sentido universal.
La escuela como espacio institucionalizado para la educación forma también en valores, tales como la libertad, la responsabilidad, los derechos, la participación, el reconocimiento del valor de cada persona por el hecho de ser persona, la democracia y otros. El enfoque de derechos amplía no solo la visión que se tiene acerca de las posibilidades y oportunidades de las personas sino también sobre obligación del Estado de protegerlas y de promover todas las acciones necesarias para realizarlas.
El enfoque de la necesidad, ya fue superado como visión del desarrollo. Aquel limitaba el papel del Estado a otorgar condiciones mínimas para la sobrevivencia. Quienes superaban este nivel eran sólo quienes podían, por sus propios medios (o los del mercado); conseguir lo que se proponían. En el enfoque de derechos, el Estado (y sus instituciones) deben garantizar condiciones y oportunidades para que todos los habitantes sean protegidos en sus derechos, incluyendo entre estos el acceso a la cultura, la ciencia, la tecnología, a la información, a la salud y a condiciones seguras de vida.
El enfoque de derechos es justamente la herramienta conceptual y metodológica que permite trascender la educación limitada a la biología para incluir las manifestaciones de la sexualidad – en sentido amplio- y la reproducción, como realizaciones humanas. Cuando se dice sexualidad en sentido amplio se está remarcando que la educación integral debe ir más allá de los “órganos sexuales y reproductivos” para incluir los sentimientos, intereses, disfrute y angustias, que se expresan en la capacidad de emprender acciones, en el interés por las cosas, en la manifestación de las emociones, en la capacidad de aprender y muchas otras formas de manifestación humana, que van más lejos que un ”acto”, de gran relevancia en la formación para la vida y en el relacionamiento con los demás.
Cuando se promueve una educación integral, se está diciendo que los niños y las niñas tienen derecho a una educación que incluye no sólo los aspectos de almacenamiento de conocimientos (como si fueran alcancías de temas) sino disponer de conceptos, actitudes y prácticas para desenvolverse en la vida según cada etapa de su ciclo vital, con solvencia y seguridad, así como de las herramientas necesarias, según su propia cultura, para realizar sus sueños y proyectarse en el mundo real.
Cuando hablamos de incorporar conocimientos, es más fácil encontrar coincidencias desde las diferentes perspectivas, sin embargo cuando mencionamos actitudes y prácticas, los acuerdos son menos. Para avanzar, es necesario que aclaremos de qué trata cada una de estas dimensiones de la educación. Si sólo transmitimos conocimientos y los acumulamos en los cerebros de las niñas, los niños y los adolescentes (igual que en personas adultas) no estamos cumpliendo con la misión de la educación integral que se propone formar para la vida, formar capacidades, incluyendo la capacidad de decisión. Esta no es una tarea simple! y es responsabilidad del Estado velar porque se haga en forma correcta, con igual oportunidad para todas y todos.
Cuáles son las actitudes y prácticas para las que debe preparar una educación integral de la sexualidad? Porqué es necesario trascender una visión biologizada que se limita a describir los órganos sexuales-reproductivos, su funcionamiento y su cuidado? Porque una cosa es conocer la biología del embarazo y otra es tener presentes estos conocimientos en el momento de decidir tener o no una relación sexual. La aceptación o el rechazo son actitudes y la exposición o no a conductas de riesgo, son prácticas.
En el comportamiento sexual adolescente, las actitudes y prácticas de las mujeres son, en la mayoría de los casos, muy diferentes a las de los hombres. Por lo general, las adolescentes y jóvenes han asociado fuertemente el sexo con la reproducción mientras que los adolescentes y jóvenes (incluso los hombres adultos) hacen una separación psicológica y práctica entre sexo y reproducción. Estos comportamientos no tienen un origen “natural” ni mucho menos biológico, sino cultural, entendido como valores y prácticas socialmente aceptados.
La superación de dichas diferencias implica lograr la igualdad tanto en la decisión sobre el ejercicio de la sexualidad como en la responsabilidad frente a sus consecuencias. En este sentido, en el Paraguay se han realizado avances significativos, pero no generalizados. Avanzan más las poblaciones urbanas, las más escolarizadas, las que tienen expectativas más amplias de vida, pero aun hay brechas importantes en la población de menos recursos económicos. Los resultados están a la vista: madres adolescentes sin compañero como respaldo, niños y niñas sin apoyo, madres pobres con descendencia mucho más empobrecida y sin oportunidades, mortalidad materno infantil, y muchos otros hechos constatables estadísticamente. Estas diferencias siempre tienen la misma dirección: las mujeres llevan el embarazo, se quedan con el niño o niña y truncan sus expectativas de desarrollo personal. Los hombres, en demasiados casos, no se enteran o no se dan por enterados, y no asumen su responsabilidad. Estas diferencias, originadas en la forma en que son “educados” los niños y las niñas, dan origen (y perpetúan) relaciones desiguales que también tienen siempre una misma dirección, subordinando a las mujeres. Este es el núcleo principal de preocupación de la perspectiva de género.
ii) Porqué incluir la perspectiva de género?
Llama la atención que la opinión del P. Montero Tirado sj se esfuerce tanto por encontrar el sentido conceptual de la “perspectiva de género” cuando que en el glosario del documento del Marco Rector difundido, se plantea su definición como “un abordaje teórico y metodológico que permite reconocer y analizar identidades, perspectivas y relaciones entre las personas, especialmente las relaciones de poder”.
Se dice además que la perspectiva de género facilita el análisis crítico de las estructuras socioeconómicas y político-legales que dan lugar a estas identidades y relaciones (entre hombres y mujeres) y que su vez se ven influidas por ellas. Aún cuando cada aspecto de este concepto se podría profundizar, en este momento lo que interesa enfatizar es que se trata de una manera de abordar la realidad, visibilizando las diferencias con respecto a la situación, posición, oportunidades y trato entre hombres y mujeres con respecto a la sexualidad y la reproducción (en el caso que nos ocupa). El concepto incluye que las diferencias con respecto a la situación, la posición y las oportunidades entre los hombres y las mujeres son históricamente construidas por la sociedad en base a la pertenencia a un sexo determinado. Sobre esta construcción social, volveré más adelante.
La perspectiva de género no fue levantada por primera vez en la VI Conferencia Internacional sobre la mujer (Beijing, 1995) como afirma la columna de opinión, sino en el “Planeta Femea” de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente (Rio de Janeiro, 1992). Ahí surge una “agenda de género” que entre otras cosas dice: “Las mujeres tienen un papel fundamental en la ordenación del medio ambiente y el desarrollo. Su plena participación por lo tanto, es esencial para lograr el desarrollo sostenible”.
Luego de la Conferencia de Rio, otras reuniones internacionales han reconocido la perspectiva de género y el papel de las mujeres en el desarrollo: La Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos (Viena, 1993), Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994), la Cumbre Mundial sobre el desarrollo social (Copenhague, 1995), IV Conferencia Internacional sobre la mujer (Beijing, 1995), la Conferencia de las Naciones Unidas sobre asentamiento humanos (Estambul, 1996) y la Cumbre Mundial sobre alimentación (Roma, 1996).
En todas estas discusiones globales se ha considerado la perspectiva de género, para incluir las preocupaciones de las mujeres, sus percepciones con respecto a los problemas que las afectan a ellas y a la sociedad en su conjunto, y su representación en lugares de decisión. Una de las defensoras de esta perspectiva es justamente Bella Azburg, citada en la columna de opinión, que ha afirmado en la Conferencia de Rio de Janeiro que: “no se trata sólo de poner en la agenda la igualdad en el acceso a los recursos de la tierra y el agua, sino también de actuar según estas líneas. No se trata sólo de reformar la ley de la reforma agraria a favor de las mujeres, se trata de asegurar la salud de la mujer y la seguridad, de garantizar los derechos de la mujer, la desmilitarización, la promoción de la agricultura sostenible y la energía, de informar sobre la igualdad de participación y el respeto a sus necesidades, prioridades, conocimiento y sabiduría”.
Estos son los temas reivindicados por la Sra. Azburg en la Carpa de las Mujeres de Rio de Janeiro (1992) y otras Conferencias. La preocupación estuvo centrada en la creciente marginación que sufren las mujeres por los procesos de empobrecimiento, por la violencia y los conflictos, y por la falta de respeto a sus derechos. Lejos de difundir una “ideología destructiva” como afirma la columna de opinión, se trata de una postura visionaria que busca un cambio hacia la igualdad para las mujeres.
La Secretaría de la Mujer, se ocupa de la situación de las mujeres de manera institucional y tiene un marco jurídico que enmarca sus acciones: su ley de creación (No 34/92), las Convenciones Internacionales contra la discriminación (CEDAW) y contra la violencia de género (Belem do Pará) y el Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades, que a su vez, se enmarca en la Plataforma de Acción de la Conferencia de Beijing.
iii) Cuál es la ventaja de este nuevo enfoque?
En la columna de opinión el P. J. Montero Tirado se afirma reflejar la preocupación de líderes y grupos mayoritarios. Nos preguntamos si la preocupación por la situación de las mujeres y las niñas es sólo de una minoría?
También afirma que “la ciudadanía piensa que es demasiado trascendental lo que está en juego” (sic) y que el Marco Rector tiene “pretensiones de imposición generalizada y con proyección de convertirlo en ley”. (sic)
Rechaza la utilización de los conceptos de cultura y género porque están cargados “de ambigüedad porque tienen varias acepciones posibles”. (sic)
Al P. J. Montero Tirado le resulta “demasiado extraño que para hablar de sexualidad se prefiera hacerlo desde el género en vez de hacerlo desde el sexo”. Esta afirmación la hace, sin tener en cuenta que el sexo hace referencia directa a la naturaleza y a la biología, mientras que el género hace referencia a la cultura. Aparentemente, aquí está una parte importante de la confusión, que es necesario clarificar: si se encara la educación de la sexualidad, en el marco de lo absolutamente biológico cabría preguntarse qué se estaría transformando? Qué se estaría poniendo en el contexto de las relaciones sociales y sus consecuencias? No es esa una finalidad de la educación integral? Por el ejemplo, la agresividad, que también es una manifestación humana, si se trata sólo como una expresión biológica y natural, probablemente la resolución de los conflictos se resuelva por la fuerza y no por la razón. Es eso lo que queremos como sociedad?, o podemos encausar el impulso de la agresividad hacia logros mayores, hacia fines positivos, y educar para que la razón sea la clave de la resolución de las diferencias?
La misma confusión aparece cuando se pregunta: Porqué apoyar la educación en la relatividad de las culturas y no en el fundamento sólido de la naturaleza y la biología humanas? La respuesta es que la educación integral de la sexualidad busca no solo la acumulación de información sobre el sexo, sino el aprendizaje de una mejor forma de expresarnos y relacionarnos, en el momento histórico en que vivimos.
Otra de las preguntas claves en su opinión es “Cual es la ventaja de este nuevo enfoque?” a lo que respondemos que la educación de la sexualidad desde la naturaleza y la biología solamente, no incluye otras variables importantes para la vida social, como el relacionamiento con los demás, los derechos y deberes en las relaciones sociales y otras normas que definen una sociedad organizada.
El debate, que es necesario abrir, debe plantear: cuáles normas sociales/éticas debe cultivar la sociedad paraguaya hoy si nos proponemos que el ejercicio de la sexualidad se encare desde una perspectiva de derechos? Un ejercicio interesante consiste en revisar, por ejemplo, la evolución de las normas sobre el matrimonio (nupcialidad) desde la edad media hasta la modernidad. Existen practicas nupciales decididas por los mayores para las jóvenes, como hasta ahora se practican en ciertos pueblos indígenas de la región? Sin ir tan lejos en el tiempo, en el Paraguay hoy en día, se cuenta con mujeres de edad adulta que han tenido su primer hijo dentro en una relación “arreglada” por sus “padres”. Esto puede ser demostrado. Entonces, es posible entender y educar la sexualidad sólo desde la biología? Es aconsejable desconocer que el ejercicio de la sexualidad está determinado por reglas que van mucho más allá de la biología? De qué hablamos exactamente? Qué es lo que se quiere perpetuar y qué se quiere cambiar/mejorar?
El P. J. Montero sj Tirado se pregunta “Cual puede ser el fundamento convincente para hacer esta mudanza?”(sic) y se responde “Para la ciudadanía común, lo evidente es que la naturaleza humana tiene dos sexos, el hombre y la mujer, y que la vida se engendra en la unión de ambos”. (sic) Parece obvia la afirmación, sin embargo la realidad tiene matices. La naturaleza biológica humana tiene dos sexos, ciertamente (aunque en otras regiones, como en India, existen los “unix” y en todas partes, las personas hermafroditas, pero esta es otra discusión). Que la vida se engendra de la unión de ambos, también es obvio (aunque la fecundación in vitro es una realidad, pero como lo anterior, su elucidación queda para otro momento porque evidentemente no es el punto de preocupación del P. Montero).
La preocupación principal parece ser “lo que culturas minoritarias elaboran sobre los dos sexos” que resulta “sofisticado y sospechoso”. (sic), como por ejemplo que “el concepto género es arbitrariamente tomado de la lingüística para aplicarlo a la sexualidad”. (sic). Aquí hay otro error: el concepto género no incluye al neutro, no hay un género neutro, sino se basa en la concepción bipolar de la organización de la sociedad (hombre y mujer) y en las relaciones de poder que se establecen entre ambos. Estas relaciones son las que no resultan “neutras” sino que tienen como dirección unívoca la valoración del papel del hombre (como sexo perfecto) sobre el papel de la mujer (como sexo derivado de aquél, imperfecto, incompleto y otras calificaciones que no son nuevas en la historia de la humanidad).
El P. J. Montero Tirado sj está evidentemente informado de la literatura que ha circulado en torno a la posición de una parte importante de la Iglesia Católica frente a los avances (y cuestionamientos) que desde el movimiento de mujeres se ha hecho al orden social actual. Aunque ésta podría no ser la mejor literatura al respecto del tema que nos ocupa. Textos como “La ideología de género: sus peligros y avances” de la Comisión ad-hoc de la mujer, de la Comisión Episcopal del Apostolado Laical de la Conferencia Episcopal Peruana; “Perspectiva de género en el documento de las NNUU sobre la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing: un análisis de la Plataforma de Acción”, del Dr. Zeenath Kausar, y “The geneder agenda” de Dale O’Leary abordan temas como “La ideología de género: sus peligros y alcances”; “el feminismo de género”, “Cuando la naturaleza estorba”, “El feminismo radical” y los debates entre John Stossel (periodista) y Bella Abzurg en el marco de la Conferencia de Beijing. Sobre estos debates, el Dr. Z. Kausar afirma que: “también hay una necesidad de compartir las responsabilidades de hombres y mujeres en la casa, y en las tareas que tiene sus implicaciones en el trabajo fuera. Sin embargo, el intercambio no debe significar ‘desgarro’.” Y agrega a continuación: “Compartir el trabajo dentro y fuera de la casa con el entendimiento mutuo y la confianza a través de arreglos necesarios y adecuados es conveniente y debería fomentarse. Pero la participación de hombres y mujeres en todas las obras de la familia e instituciones sociales basadas en cuotas 50/50 no es ‘compartir’, sino ‘romper’ la paz y la estabilidad de todas las estadísticas de la igualdad. Entre mujeres y hombres en todos los tipos de obras, sin tener en cuenta las diferencias biológicas, no es posible, sería una ‘lagrima’ de todas las instituciones en pedazos.”
Posturas como las anteriormente señaladas son las que, en nombre de la naturaleza biológica, perpetúan las desigualdades y colisionan con las nuevas visiones del desarrollo, en las que la paridad social, económica y política es la meta de relaciones más justas entre hombres y mujeres.
Desde las políticas públicas con perspectiva de género se han difundido posiciones diferentes que reconocen que el análisis de la subordinación social y política de las mujeres tiene diversas corrientes que difieren en su visión en cuanto a la naturaleza de esta subordinación y en sus estrategias de cambio. Sin embargo, los cuerpos teóricos actuales sobre el género son el resultado de dos decenios de intensa reflexión, de investigaciones, de análisis, de críticas y argumentación, de reformulaciones, de investigaciones suplementarias y de análisis de numerosos y numerosas investigadoras en todo el mundo.
Más allá del debate sobre las diferencias epistemológicas, la teoría de género ha contribuido al desarrollo del concepto y del instrumental analítico del desarrollo humano. Ofrece elementos para una comprensión sistémica, procesual e histórico-comparativa de la estructuración de las diferencias y de las jerarquías sociales, en sus dimensiones simbólico-culturales, normativas e institucionales.
Para autoras destacadas como Joan Scott (1996) o Marta Lamas (2002) el género provee un modo de descifrar (decodificar) los significados que las culturas otorgan a la diferencia entre los sexos. “El género opera en varias dimensiones de la vida social humana: en el orden simbólico y relacional, en el orden normativo que expresa las interpretaciones de los significados de los símbolos, en el orden institucional y en el orden de la identidad y subjetividad”. Este concepto ha sido utilizado para comprender cómo operan las diferencias de poder entre hombres y mujeres que se expresan, por ejemplo, en la violencia doméstica, la salud, la sexualidad, la reproducción, y la participación económica y política.
Pese a las variaciones históricas en casi todas las sociedades conocidas, la construcción social y simbólica de la diferencia sexual –o sea el género- está fundada en la representación de lo femenino y lo masculino. Los estudios históricos muestran la asociación frecuente de la dicotomía femenino/masculino con atributos bipolares activo/pasivo, puro/impuro, creativo/destructivo. Pero la representación de lo femenino y masculino no siempre ha tenido como fundamento epistemológico la biología ni se fundaron en el sexo biológico: ésta es una representación de la diferencia sexual típicamente moderna.
En las sociedades greco occidentales pre-modernas, el género era una categoría metafísica que organizaba el universo. Ser hombre o ser mujer no era un hecho simplemente biológico, sino un hecho sociológico y estaba determinado por la posición de cada uno en un orden jerárquico metafísico. Las sociedades se organizaban alrededor de un “sexo único” y superior, que era el hombre, del que las mujeres eran una versión imperfecta aunque compartían la misma naturaleza. Es recién con el iluminismo, cuando el progreso de las ciencias biológicas invierte esta relación, pasando a ser el sexo “lo real y concreto” y el género una determinación del comportamiento. La bipolaridad entre lo masculino y lo femenino se hace mucho más tajante y se relaciona con otras representaciones dicotómicas modernas tales como cultura/naturaleza, razón/cuerpo, sujeto/objeto, político/doméstico y público/privado.
El trabajo cultural de las sociedades modernas organiza las relaciones asignando atributos a uno y otro sexo, de manera rígida para construir identidades diferenciadas. Es el modelo de los “dos sexos”. Esta manera de concebir el orden social, no se explica por la naturaleza ni por la biología sino por la necesidad de mantener jerarquías y privilegios artificialmente asignados al sexo dominante (el sexo fuerte) en detrimento del subordinado (el sexo débil). Este es el fundamento del sistema patriarcal que es cuestionado desde la perspectiva de género, y que en el nombre de mantener el orden (actual) se resiste a cambiar.
El Marco Rector de la educación integral de la sexualidad busca normar contenidos y metodologías para dotar a las niñas, niños y adolescentes de conocimientos, actitudes y comportamientos que les permitan comprender, expresar y administrar su sexualidad de manera positiva, esto es, sin daño ni a sí mismos ni a los demás, encausando sus impulsos como una fuerza pro-activa y no re-activa. No busca formar en el miedo ni en el desconocimiento porque sobre las consecuencias negativas de esos enfoques existen demasiados ejemplos. La preocupación está en el creciente número de embarazos adolescentes no deseados, que afecta más a las mujeres, pero también a los hombres jóvenes; está en el re-juvenecimiento de las infecciones de trasmisión sexual y en el VIH y el SIDA; está en los efectos a largo plazo de personalidades temerosas de lo desconocido y sumisas, y está en la necesidad de formar nuevos espíritus y nuevas mentes, más fortalecidas, responsables, solidarias y respetuosas de sí y del otro.
Es claro que el proceso de educación nos pone frente a un niño, niña o adolescente que tiene diferente capacidad de comprensión de acuerdo con su desarrollo psico emocional e intelectual. Esto no va a ser dejado de lado, cada cosa en su momento. Pero también es claro que cuando hablamos de educación cuanto antes se comienza es mucho mejor, así evitamos construcciones emocionales e cognitivas equivocadas que después son muy difícil de revertir. El desafío es encontrar los contenidos adecuados para cada momento, pero esto no tiene que ver con el enfoque teórico desde el cual se definen.
Nuestro compromiso de siempre, es con la construcción de un Paraguay justo, equitativo, consiente y responsable. Por eso apoyamos el Marco Rector para la educación integral de la sexualidad, por eso alentamos al debate de este y otros temas urgentes de plantear en el país y, también por eso, invitamos a todos los actores e instituciones involucrados en los diferentes procesos educativos a sumarse a este compromiso. Entre todos y todas, podemos más.
Bibliografia:
As Bella Abzug (1920-1998) expressed it so eloquently: Irene Dankelman (Women’s Environment and Development Organisation, University of Nijmegen, Netherlands Platform for Johannesburg)Leer fonéticamente
Ver por ejemplo el último documento presentado por CEPAL en la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y El Caribe: “La Hora de la Igualdad”, Brasilia, 13-16 de Julio de 2010.
Bonan Claudia y Virginia Guzmán. 2007. “Aportes de la teoría de género a la comprensión de las dinámicas sociales y los temas específicos de asociatividad y participación, identidad y poder”. Centro de Estudios de la Mujer. Santiago de Chile.
Lamas, Marta. 2002. “Usos, dificultades y posibilidades de la categoría ‘género’”. En: Cuerpo: diferencia sexual y género. Editorial Taurus. México.
Scott, Joan. 1997. El género, una categoría útil para el análisis histórico. En “El género: la construcción cultural de la diferencia sexual”. M Lamas editora. Porrúa-Pueg. México.
Bourdieu, Pierre. 1998. La domination masculine. Editorial:, Seuil, coll. Liber, 134 p. París, Francia. Butler Judith. 2001. El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. Programa Universitario de estudios de género. UNAM. Paidos.
Laqueur, Thomas. 1994. “La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud. Madrid, Grítica, Colección Feminismos.