Por Carmen Antony
El control social es el conjunto de instrumentos de los que se vale el poder político, religioso, económico para dirigir a la sociedad. Son aquellas normas que pretenden dirigir nuestro comportamiento hacia lo que una organización espera de nosotras y nosotros y prevén las consecuencias para el desconocimiento o desobediencia de las mismas.
Encontramos dos tipos de control social, el formal o institucionalizado y el informal que se ejerce a través de la religión, la educación, los medios de comunicación, la familia y los sindicatos, entre otros.
Es este último tipo hacia donde debemos dirigir nuestra atención puesto que a primera vista pareciera carecer de coercibilidad, pero que a través de manipulaciones logra moldear la opinión pública y obtener su legitimación.
El hecho de pertenecer a un determinado conglomerado social requiere de ciertas concesiones. Para integrarse a la comunidad debemos obedecer sus pautas de comportamiento que nos muestran una visión ideal de las cosas. Debido a esto se internalizan las pautas de conducta, los modos, las formas de asumir las relaciones sociales y los roles que cada persona ha de desempeñar.
Esto lleva a la conservación del statu quo, a la aceptación o sometimiento a las normas, políticas y estrategias del sistema escolar reproduciendo de esta manera las relaciones sociales existentes.
De esta manera se le asigna un rol secundario a la mujer; todo comportamiento de su parte que se aleje de la subordinación legitimada por costumbres, normas jurídicas, o meras construcciones sociales, es calificado como desviado, distinto y por lo tanto atacado y cuestionado.
Tanto la educación formal como la informal trasmiten una educación sexista, discriminatoria que persigue precisamente consolidar su rol. Así toda propuesta de cambio o modificación en los currículos escolares es rechazada, y aunque en Panamá contamos con la ley número 6 de mayo del 2000 que establece el uso obligatorio del lenguaje, contenido e ilustraciones con perspectiva de género en las obras y textos escolares, falta aún mucho para que esté incorporada ya que no hay seguimiento ni control en su cumplimiento.
Véase además, como ejemplo, lo que ha pasado con la propuesta de ley de Salud Sexual y Reproductiva, proyecto número 442, que fue dejada de lado por los sectores retardatarios de la iglesia y otros grupos detentadores de poder que logaron manipularla para que precisamente no se incorporara como ley de la República, aún cuando contaba con el consenso de la sociedad civil y de sectores de la Iglesia que fueron convocados a su discusión. El Proyecto en referencia enfatizaba varios aspectos de la educación para precisamente evitar situaciones no deseadas y limitantes del desarrollo de las mujeres, como son los abortos y embarazos precoces.
Y, no hay duda, que la incorporación de esta ley habría contribuido a mejorar la situación de estas mujeres.
Sí, el control social es importante, pero debe ser ejercido buscando proporcionar una educación no sexista y no discriminatoria, como un elemento liberador de las mujeres, que ponga fin a todas las situaciones de desigualdad y discriminación existentes dejando fuera los prejuicios que nos ahogan y nos alejan de las oportunidades.